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BLANCO LEFEVER

BLANCO LEFEVER

El blanco tiene una magia particular, encierra dentro de sí todos los colores y a la vez ninguno, no como el negro que es ausencia sino como presencia magnifica y totalitaria. Cuando Isaac Newton hizo el experimento del prisma en una habitación oscura, no avecinó que el rayo de luz blanca que cruzaba el cristal desde un pequeño orificio se separaría dando paso a la escala del arcoíris. Gracias a la luz blanca y cegadora, Newton sentó las bases de la óptica y el color.

La investigadora Eva Heller se ha referido al blanco en más de una oportunidad como el color perfecto, pues es raro relacionar este color a connotaciones negativas, por el contrario tiene un aura de pureza, pulcritud e inocencia, valores elevados. También es el color de lo limpio y lo esterilizado, aquello que en primera instancia no ha sido contaminado, y no por nada bajo la concepción cristiana, cuando Dios hizo al mundo lo primero que dijo fue “hágase la luz”. Incluso pintores como Malevich, quien pintó cuadros de “Blanco sobre blanco” auguraban en este color, las respuestas concretas a las búsquedas pictóricas de toda una vida.

Considérese que además bajo el mito de la creación, los animales blancos tales como las palomas de la paz o las vacas sagradas de la india, tienen siempre una relación con lo espiritual, lo celestial y lo elevado. El blanco es por demás un color asociado a lo femenino, ya que casarse de blanco implica en muchas culturas llegar “pura” al matrimonio, mientras que en otras denota prestigio, vestir de blanco implica tener los ingresos suficientes para mantener la ropa aseada y desenvolverse a su vez en áreas limpias ajenas al bullicio.

La relación entre el blanco y lo femenino es particular pues muchas veces se presenta potenciando una simbología delicada, que dista de la fuerza guerrera del rojo o la majestuosidad imponente de otros colores que a ojos de la sociedad también poseen una connotación femenina, como el violeta.

Tal delicadeza sin embargo no es absolutista, la fuerza del dibujo que aprovecha el blanco del papel y del lienzo como territorio de contrastes ha permitido a numerosas artistas abordar la pureza de este color con su trazo firme y apasionado, no desplazando la luz, sino por el contrario, trayéndola a la vista entre líneas y formas.

Eva Lefever no es la excepción, siendo una de las artistas chilenas más importantes de este tiempo, vincula lo humano a través de retratos honestos que exhiben las dualidades más profundas de la existencia valiéndose del blanco y el negro para evocar los colores emotivos de sus personajes. Las líneas y las texturas hablan jugando a un dialogo de brillos (¡Blancos!) que se asoman entre sus trazos, haciendo revelaciones que no distan de las que haría Newton.

Eva Lefever – Chile, 1955 - “Confrontación” – litografía -90 x 70 cm. - 184

Imagen obra #ColecciónRalli | Museo Ralli Santiago

En su litografía “Confrontación”, de la colección Museo Ralli de Santiago, Eva sitúa a una mujer adulta de mirada taciturna de frente al espectador, una obra excepcional considerando que sus pinturas generalmente registran personajes de perfil que rara vez devuelven la mirada. La mujer adornada por un gran sombrero negro y ropajes también negros, tiene el cuello envuelto por un zorro de ojos vivaces que se enfrenta a un perro mediano que la mujer acuna entre sus manos.

Sin embargo la tensión del cuadro se sostiene al centro del mismo, en el pecho de la mujer, donde un pequeño esqueleto se asoma desde un corazón blanco, simple y sin demasiado detalle en contrapeso con el resto de la composición. Ese fragmento blanco extendido hasta la mitad del rostro de la dama plantea un asunto tanto complejo como magnifico: allí donde la artista ha decidido dejar “blanco”, en el centro vital de la mujer, no hace falta otra cosa que la superficie sedosa y plana de su piel, tan dulce o evocativa como pueda permitírselo quien observe.

Después de todo, no es menor que en una obra titulada “confrontación”, donde dos pequeñas fieras parecen estar al borde de un tenso encuentro, casi como una analogía de Rómulo y Remo, en donde la dama actúa como loba que observa con quietud y distancia materna, simbolice y refleje la fortaleza de la artista, que es ante todo mujer, llena de matices y claroscuros, propios de quién se ve a sí misma fuerte y tranquila atenta a las vicisitudes que se le presentan.

Si bien puede que las áreas más claras de la pintura no parezcan elaboradas sobre un blanco puro, sino que se va agrisando y fundiendo hacia el negro, cabría preguntarse ¿existe realmente el blanco perfecto? ¿Cuántos tonos de blanco conocemos? ¿Al menos 30 matices de blanco denominados por los esquimales, obligados a distinguir las sombras de la luz rodeados permanentemente de hielo? ¿la luz cegadora de la mañana al abrir los ojos? O ¿El pecho de una mujer detenida en una litografía, hecha arte por una artista cuyas luces son su pintura y su medio? Son preguntas de tinte poético pero conllevan a importantes planteamientos de orden físico, después de todo para muchos el blanco no es un color, y para otros… vale la pena preguntárselo directamente como espectador, en la sala del museo.

Sara Viloria
Artista Visual
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[CÁPSULA DE COLOR 5: "BLANCO LEFEVER"]

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ORO DALI

ORO DALÍ

Imagina un color capaz de capturar todas las luces que lo rodean, materia lisa y refractante, una superficie atrayente, prístina y pulcra que recibe a través de brillos impolutos y cálidos los estímulos del entorno… Probablemente pensaste en dorado.

Pocos artistas, o tal vez ninguno, tuvieron una forma tan particular de proyectar su universo interior como lo hizo Salvador Dalí precisamente haciendo uso del fulgor y la opulencia del oro. Siendo honestos, hablar de un hombre que el mundo entero conoce puede ser un arma de doble filo, The Bealtes, Madonna, Prince, Dalí… Es complejo evocar esa clase de rockstar cuya esfera se sostuvo al borde la polémica, el exceso y su entrañable manera de percibir lo que le rodeaba. Dalí amaba el oro, y era tal la necesidad de impregnar su universo de este color, que lo evocó a través del aroma produciendo el perfume Dalimix Gold que prometía reproducir el olor del dorado, con todas las implicaciones sinestesicas que ello implica.

No es de extrañar, ya que Dalí postulaba que las formas del alma se entretejen en profundos parajes oníricos desconectados de la razón y guíados por armónicas elucubraciones surrealistas esencialmente estéticas y sus obras, tanto escultóricas como pictóricas, siempre estuvieron bañadas de cierta aura esotérica, ¡Un aura dorada! No por nada en más de una oportunidad declaró que untaba sus icónicos bigotes en miel, permitiendo que el elixir u “Oro líquido” atrajera a las moscas, las “hadas de la burguesía”. El catalán no solo respiraba, sino que “consumía” oro, al punto de diseñar una vajilla en el preciado metal junto a la excéntrica Mafalda Davis y de crear una serie titulada “doce objetos dorados de Dalí”.

Salvador Dalí – España - “Venus spatiale” – bronce- 66 x 36 x 36 cm. - 1980
Imagen obra #ColecciónRalli | Museo Ralli Santiago

De hecho, la sala Dalí – Chagall del Museo Ralli Santiago cuenta con una de las recopilaciones escultóricas más interesantes del artista, en mediano y gran formato las piezas elaboradas en bronce lustrado permanecen en quietud, como extraídas de un sueño para ser inmortalizadas en el momento justo en el que han sido tocadas por la luz. Pero lo que llama especialmente la atención es la Venus espatiale, la diosa ha sido representada con un corte limpio que atraviesa su cuerpo, y de este, nace victorioso un huevo nada más y nada menos que dorado.

Es sabido que el artista amaba la dualidad de los huevos (duros por fuera y blandos y maleables en su interior), tal vez con este elemento evocaba el nacimiento de la Diosa de una manera a medias literal y a medias lúdica, o simplemente se regodeaba de atrapar el origen de la vida en el color magnánimo que todo lo proyecta. ¡Y Vaya que lo hace! En el 2019 una versión a escala de esta misma escultura, ubicada en Vancouver, causó polémica pues el huevo fue robado dejando a la venus como una presencia desprovista de toda luz.

Algo que no ocurriría con otras esculturas de Dalí enteramente doradas como Mujer en llamas o Venus a la tete de roses, que también se haya en la sala del Museo Ralli Santiago, obras que iluminan desde su gesto y su insigne color a todas las miradas que se posan en ellas. De cualquier forma vale la pena ir a sumergirse en sus reflejos, ya decía el poeta García Lorca, íntimo amigo de Dalí, “la muchacha dorada se bañaba en el agua, y el agua se doraba”.

Sara Viloria
Artista Visual
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[CÁPSULA DE COLOR 2: "ORO DALÍ"]

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