ORO DALÍ
Imagina un color capaz de capturar todas las luces que lo rodean, materia lisa y refractante, una superficie atrayente, prístina y pulcra que recibe a través de brillos impolutos y cálidos los estímulos del entorno… Probablemente pensaste en dorado.
Pocos artistas, o tal vez ninguno, tuvieron una forma tan particular de proyectar su universo interior como lo hizo Salvador Dalí precisamente haciendo uso del fulgor y la opulencia del oro. Siendo honestos, hablar de un hombre que el mundo entero conoce puede ser un arma de doble filo, The Bealtes, Madonna, Prince, Dalí… Es complejo evocar esa clase de rockstar cuya esfera se sostuvo al borde la polémica, el exceso y su entrañable manera de percibir lo que le rodeaba. Dalí amaba el oro, y era tal la necesidad de impregnar su universo de este color, que lo evocó a través del aroma produciendo el perfume Dalimix Gold que prometía reproducir el olor del dorado, con todas las implicaciones sinestesicas que ello implica.
No es de extrañar, ya que Dalí postulaba que las formas del alma se entretejen en profundos parajes oníricos desconectados de la razón y guíados por armónicas elucubraciones surrealistas esencialmente estéticas y sus obras, tanto escultóricas como pictóricas, siempre estuvieron bañadas de cierta aura esotérica, ¡Un aura dorada! No por nada en más de una oportunidad declaró que untaba sus icónicos bigotes en miel, permitiendo que el elixir u “Oro líquido” atrajera a las moscas, las “hadas de la burguesía”. El catalán no solo respiraba, sino que “consumía” oro, al punto de diseñar una vajilla en el preciado metal junto a la excéntrica Mafalda Davis y de crear una serie titulada “doce objetos dorados de Dalí”.
Imagen obra #ColecciónRalli | Museo Ralli Santiago
De hecho, la sala Dalí – Chagall del Museo Ralli Santiago cuenta con una de las recopilaciones escultóricas más interesantes del artista, en mediano y gran formato las piezas elaboradas en bronce lustrado permanecen en quietud, como extraídas de un sueño para ser inmortalizadas en el momento justo en el que han sido tocadas por la luz. Pero lo que llama especialmente la atención es la Venus espatiale, la diosa ha sido representada con un corte limpio que atraviesa su cuerpo, y de este, nace victorioso un huevo nada más y nada menos que dorado.
Es sabido que el artista amaba la dualidad de los huevos (duros por fuera y blandos y maleables en su interior), tal vez con este elemento evocaba el nacimiento de la Diosa de una manera a medias literal y a medias lúdica, o simplemente se regodeaba de atrapar el origen de la vida en el color magnánimo que todo lo proyecta. ¡Y Vaya que lo hace! En el 2019 una versión a escala de esta misma escultura, ubicada en Vancouver, causó polémica pues el huevo fue robado dejando a la venus como una presencia desprovista de toda luz.
Algo que no ocurriría con otras esculturas de Dalí enteramente doradas como Mujer en llamas o Venus a la tete de roses, que también se haya en la sala del Museo Ralli Santiago, obras que iluminan desde su gesto y su insigne color a todas las miradas que se posan en ellas. De cualquier forma vale la pena ir a sumergirse en sus reflejos, ya decía el poeta García Lorca, íntimo amigo de Dalí, “la muchacha dorada se bañaba en el agua, y el agua se doraba”.
Sara Viloria
Artista Visual
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[CÁPSULA DE COLOR 2: "ORO DALÍ"]
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