BEIS CARREÑO
BEIS CARREÑO
¡Qué coman pasteles! Pocas frases se han instaurado con tal presencia dentro de la cultura pop como estas palabras atribuidas erróneamente a la reina María Antonieta, sin embargo, parece imposible pensar en tal figura y por extensión en los retratos del Barroco y el Rococó sin vestidos apastelados y voluminosos en tonos rosa, celeste o amarillo pálido.
Los colores pasteles han estado siempre junto a nosotros, incluso los primeros audaces que se atrevieron a impregnar de pigmento las cavernas descubrieron que, añadiendo calcita blanca extraída de la piedra caliza a cualquier otro pigmento terroso, este se volvía más claro. La cualidad de lo pastel, contrario a lo que se piensa, no es la debilidad de un color sino el puente hacia otro. ¿Acaso no son opuestos el rojo y el blanco? y sin embargo ¿Entre ambos no se posiciona el rosa, trayendo de cada cual una vitalidad particular e intimista? Los colores pasteles tienen una impronta especial, los más populares son los colores primarios y secundarios en su versión más clara; beis (amarilo), celeste (azul), rosa (rojo), coral (naranja), lila (morado) y celadón (verde) así que los identificamos con rapidez y nos causan agrado a primera vista.
Por demás, la psicología del color sostiene que, otros tales como el blanco, poseen una impronta tranquilizante y ese poder sutil de apaciguar la vista y contener al espíritu se traduce a todo cuanto toca. Dicho así, cualquier color abrazado por el blanco (apastelado), será más apacible. También otros tonos pasteles como el beis (del francés beige, crudo) han estado en tendencia por décadas pues combinan con facilidad con todo y si bien nuestro imaginario nos ha llevado por asociación a relacionar los colores pasteles a temas puntuales tales como la infancia (la inocencia), la repostería (la dulzura) y a románticos cielos vistos al atardecer (la nostalgia por aquello que se disuelve a medida que se aleja la luz), es factible decir que convivimos con ellos en muchas dimensiones de nuestro día a día.
En la pintura hay periodos como el Rococó, ya mencionado, donde los colores pasteles brillaron tanto como si estuvieran bajo el sol, sin embargo, la contemporaneidad delegó la paleta de los colores claros a unos pocos arrojados dispuestos a transmitir con los colores más suaves los mensajes más potentes. Basta pensar en la pintura de David Hockney, o en retratos tan expresivos y duros como los de Lucian Freud, quién hacía un despliegue de carnaciones a partir de bellas variaciones pasteles.
En esta esfera también cabe estudiar la obra de Mario Carreño, artista chileno cubano profundamente arraigado a las raíces latinoamericanistas, gran colorista y por supuesto, amante de los guiños tanto eróticos como tiernos que puede suscitar una paleta de colores claros. Considerando que huyó de una cuba ajena que le dio la espalda y dos guerras, se esperaría encontrar en su pintura sombras y matices sombríos referentes a las oscuras etapas que le tocó vivir.
Contra todo pronóstico, Carreño elaboró una paleta de sutiles juegos cromáticos en los que la calma precede a la celebración y a la intimidad. Jóvenes sin rostro se plantan frente al espectador revelando sus colores, elemento suficiente para descubrir en sus rostros ausentes una personalidad dulce y apaciguadora, acompañada de frutos, paredes pulcras y suaves, plantas frondosas alzándose a la luz.
Imagen obra #ColecciónRalli | Museo Ralli Santiago
Imagen obra #ColecciónRalli | Museo Ralli Santiago
Lo delicioso de descubrir la pintura de Carreño, no consiste tanto en sus imágenes atractivas y suaves, sino en el tratamiento del color -magníficamente planificado- haciendo uso de todo el círculo cromático con cargas comedidas de blanco y pinceladas igualmente blandas que despliegan la paleta con la suavidad de quien acaricia la tela.
Profundamente influenciado por Picasso y con matices de tono post cubista aprovechó las estructuras geométricas simples, destacándose con una paleta irreverente que no apuntaba a los altos contrastes sino a la suavidad que se expresa en otras formas, tal vez la poesía representada en imágenes silenciosas, como buen amigo de Neruda.
Imagen obra #ColecciónRalli | Museo Ralli Santiago
De cualquier forma, el universo de Carreño constituye una de las mejores expresiones de pintura, colorimetría y contemplación logradas dentro del arte latinoamericano, digno de admirar desde el territorio gráfico y sensible, vinculando tantas emociones como matices y colores puede tener una puesta de sol o una habitación en penumbra.
En Museo Ralli Santiago puede encontrar la Sala de Mario Carreño, la misma cierra con un bocado de aire fresco todo el despliegue de obras contenidas en el museo, anuncia nuevas posibilidades y se despide, paradójicamente, con un cálido recibimiento que parece susurrar con la misma voz tenue de sus colores “te espero de vuelta”, una visita infaltable para quienes aman y celebran el color por el color.
Sara Viloria
Artista Visual
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[CÁPSULA DE COLOR 7: "BEIS CARREÑO"]
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